Desde el partido del sábado contra la Real Sociedad hemos podido leer y escuchar reacciones de todo tipo sobre los cánticos de la grada a Rafael Gordillo, otrora mito del Beticismo y actual presidente de la Fundación y encargado de las relaciones institucionales y el protocolo del club. Desde Madrid lo comparan con Butragueño y critican que la afición, la que paga su abono y sufre las derrotas, la haya tomado con él.
También hay medios sevillanos que siguen esa línea. Esos mismos medios que reciben los favores y chivatazos del Consejo de Administración que ha devuelto al Betis al pozo. Apuntan a manos negras, a instigadores que agitan a un rebaño a cambio de un litro de cerveza y un bocadillo de La Rosi.
Señores de la prensa, qué equivocados estáis. Los cánticos hacia Gordillo son fruto de la impotencia que nos causa ver en qué se ha convertido un club con la mayor masa social de Andalucía y que debería estar todos los años peleando por puestos europeos. Y surgen también después de actitudes y comportamientos del que un día fue mito corriendo la banda del Villamarín con sus inconfundibles medias bajadas.
Muy pronto se les olvida el esperpento en el palco del Camp Nou, cuando Gordillo hablaba de la suerte de Messi entre balbuceos propios de una persona gravemente afectada por los efluvios etílicos. ¿Esa es su función social en el club? ¿Convertirnos en el hazmerreír de toda España? ¿Qué formación sobre protocolo y relaciones institucionales tiene Gordillo?
También obvian la conversación con Paco Jémez, entrenador del Rayo Vallecano, cuando justificó la vergonzante campaña del Betis con una frase impropia de alguien que representa a esta institución: "los equipos ascensores somos así".
Señor Gordillo, un equipo ascensor es aquel sin masa social que juega en una ciudad por lo general pequeña y que tiene un amplio número de abonados que simpatizan con alguno de los dos grandes del fútbol español. Y eso, en Sevilla, no pasa. Y menos en el Betis, uno de los clubes con más pinchazos en las televisiones de pago, con ingresos por merchandising más elevados que la mayoría de clubes de Primera y el mayor respaldo social de la comunidad autónoma más poblada del país.
Nadie puede negarle a Gordillo su glorioso pasado como jugador de nuestro club, ni su valentía al entrar en el consejo cuando la entidad estaba casi tan descabezada como en la actualidad. Pero a día de hoy su papel en un Betis con gravísimos problemas económicos se reduce a cobrar casi 11.000€ mensuales y comer gambas y jamón en los cientos de peñas que nuestro club tiene repartidas por toda la geografía española. Y a dejarnos en mal lugar muchas veces delante de un micrófono. Así que sigan buscando intereses y manos negras.
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